Discurso leído el 20 de marzo de 2015 en la Plaza Colón por la Lic. María Emilia de la Iglesia en el Acto oficial de la Memoria, la Verdad y la Justicia organizado por la EESN°1
No se conoce el paradero ni se tiene noticia alguna del doctor Pedro Augusto Gauna, 31 años, retirado por la fuerza de su domicilio en la madrugada del viernes 4, según declaración de su señor padre, Pedro Gauna, residente en Córdoba. El doctor Pedro Augusto Gauna y su esposa, doctora Ana María Rodríguez, ejercen su profesión desde hace aproximadamente un año en la vecina localidad de González Moreno.”Dar testimonio en tiempos difíciles. Una tímida y pequeña noticia publicada por quienes ejercían la profesión del periodismo en América en el diario Tribuna Popular, en 1977, mezclada y casi oculta entre noticias sociales, del carnaval de Fortín Olavarría, del incendio del club argentino, de la escuela diferenciada y el empate de Cabral.
Un acto de valentía y libertad, en momentos en que llamar a las cosas por su nombre y decir la palabra “desaparecido”, podía costar la vida; como 20 días después le costó la vida al periodista Rodolfo Walsh, luego de publicar la Carta dirigida a Las Juntas Militares al cumplirse un año del golpe: decía Rodolfo Walsh “lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. (…) En la política económica de este gobierno (militar) debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes, sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. Sus últimas palabras, la última tinta que dejó en esa carta decía “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.
Los que nacimos en democracia tenemos la obligación de cuidarla, de construirla cotidianamente, ejerciendo la libertad con compromiso, dándole valor a la palabra, al gesto, ya que las prácticas autoritarias quedaron marcadas y agazapadas en nosotros y en nuestras instituciones como minotauros en un laberinto.
¿Qué pasó en Rivadavia, en América? En las tierras de Albano Harguindeguy, que no fue ni más ni menos que el Ministro del Interior de la dictadura, que tenía el poder de decidir la vida y la muerte de las personas ¿Qué pasó con nuestro silencio, el que heredamos de las generaciones pasadas?
¿Qué pasó con el doctor Pedro Gauna, en González Moreno?, que lo vinieron a buscar en un Torino, lo golpearon en la vereda de su casa y se lo llevaron frente a los ojos de su pequeña hija de 5 años, María Elvira. Quien luego de 37 años volvió al pueblo con sus hermanos, a reencontrarse con su historia, gracias a la valentía de un grupo de estudiantes secundarios de 6to año de González Moreno, que decidieron iniciar el arduo camino de recuperar la voz y la palabra en la comunidad.
Cuando se llevaban periodistas, artistas, estudiantes, trabajadores, condenándolos a la muerte, al desprecio público o al exilio, buscaban matar las ideas, que se perpetúe el silencio. Sembrar el terror y cosechar el “mejor no te metas”…Porque la cultura es peligrosa, es un campo de disputa. Perseguían y censuraban porque querían que triunfe este sistema que aún perdura y padecemos, donde en vez de ser ciudadanos activos y críticos somos consumidores, donde valen más las cosas que las personas, donde unos pocos deciden por la vida de muchos.
Como vecinos de Rivadavia nos merecemos verdad, nos merecemos memoria, y nos merecemos justicia. Nos merecemos tender los hilos de la historia, aunque tenga muchos recovecos y parezca imposible, merecemos reconstruir el camino y sanar una herida, que aunque está acallada, late, vibra en nosotros. Porque parece un laberinto ajeno, parece lejos, pero está muy cerca…porque tenemos cuentas pendientes.
¿Podemos decir que en el distrito de Rivadavia no hay nietos? ¿No hay hijos de desaparecidos que perdieron su derecho a la identidad? No lo sabemos, y no lo sabremos nunca si no empezamos a desandar y a desenredar el hilo de Ariadna…para vencer al Minotauro, del miedo, y el “Algo Habrán Hecho”. La luz y la alegría de la verdad, el encuentro con la voz y la palabra, nos esperan al final del laberinto.
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