domingo, 2 de agosto de 2015

#ÁngelGarzo, “Un #Artista #Admirado por muchos y no tantos, como debería serlo”

“Este es un diálogo imaginario. Mi conversación en una tarde del mes de julio del 2015 con Ángel Garzo existió y duró unas tres horas, y digo que es imaginario porque esto no puede ser más que una aproximación a lo que charlamos. Lo que ustedes leerán a continuación, es lo que quedó en mi memoria, y es lo que puedo contar” comenzaba el escrito de Jorge Pablo Rosolén.

 
“En una conversación entre dos, siempre hay cosas que no pueden hacerse públicas, ni tampoco se puede ni se debe transmitir la complicidad que generan la charla entre dos personas que se aprecian. Como Ángel es una persona pública (muy a su pesar) y admirada por muchos (no tantos que deberían hacerlo), es que me permito “traicionar” su confianza y contar un rato de nuestra conversación. Lo hago con el ánimo de acercarlo más a su gente y también sabiendo que no siempre es accesible, producto de su timidez”.
El lugar de la cita, la mesa de siempre, la primera contra la ventana en la YPF del centro. Esta vez está sentado de espaldas a la puerta, se da la fórmula de siempre, comienza a contarme cosas antes de que llegue a sentarme y lo sigue haciendo mientras me sirvo un café. No parece que tenga ochenta y pico… es un tipo joven, en todo sentido. Un gran conversador, un amable, entusiasta y coloquial conversador. Comenzamos hablando de algún asunto familiar, que es para lo que me había convocado, me entrega los documentos que tiene para mí y me dice que se lo agradezca a su madre que guardó el periódico (es una edición de Tribuna Popular del sábado 25 de enero de 1958), ese es el documento que tiene para entregarme, conversamos de algunos temas más y le pido que me cuente nuevamente un poco de su vida. Cada tanto se lo pido, porque me encanta escucharlo…

“Me fui a Buenos Aires en 1953, llevé $ 7.000, esos eran mis ahorros de un mueble que le hice a Chichí Armendáriz y otro a Horacio Pereyra. Con esa plata me fui, llegué a trabajar con Divito en Rico Tipo y en Capicúa, que era de otra editorial. Justamente en Capicúa tenía contrato, mientras que en Rico Tipo no. Comencé dibujando para “Coche a la Vista”. Resulta que de día serruchaba madera, cenaba y después de cenar dibujaba. Una noche agarro la revista y dibujo media página, al día siguiente la mando por correo a la revista y en el número siguiente ¡Aparece mi dibujo publicado! Esa noche me dormí con la revista apoyada en los pies de mi cama y al día siguiente me desperté y lo primero que vi fue mi dibujo en la revista ¡te imaginarás! ¿No? Divito era un tipo bárbaro y muy serio, un día me dice -Cundri- vea, le voy a contratar porque los muchachos me dicen que su trabajo es muy bueno, ¿quiere hacer la campaña para Poxipol?… te imaginarás otra vez, le digo Sí Sí, y dibujé tres publicidades, una de la Torre Eiffel que se quiebra y “se arregla con Poxipol”, y la otra de la torre de Pisa que una turista se apoya y se cae y obvio, “se arregla con Poxipol”. Y la última, la piedra movediza de Tandil, un tipo medio bohemio, medio poeta tira de una flor que se encuentra al pie de la piedra y ¡esta se cae y se hace pedazos!… Me dice Divito –vea Cundri, tiene que ir a Poxipol a cobrar. Divito me pagaba $ 5 por cuadro dibujado, en Poxipol me pagaron ¡5 mil! Pero se quedaron con los royalties…”.
“En “Capicúa” comencé dibujando pero también escribí guiones, muchas veces fui Capicua, el personaje, también escribí para los chicles, ¿cómo se llaman?… ah sí, los Bazooka… y para una revista que salió que se llamaba “Minguito” por Minguito Tinguitela, ¿te acordás?”. “Al año ya tenía ahorrado ¡30 mil pesos! También estuve en televisión en 1970, en un programa que hacía los sábados Nathan Pinzón y Nelly Laines, yo tenía que hacer un dibujo a mano de alguien y en un minuto. Por ejemplo, me ponían una modelo en el monitor y yo tenía que dibujarla, pero ¡antes me la habían mostrado en el bar! Así que era un poco de trampa. Recuerdo que en esa época yo iba al cine y veía en el noticiero una mano que dibujaba a una velocidad asombrosa; yo quería dibujar igual y lo hice pero… ¡después me enteré que era un dibujo normal y le ponían cámara ligera!…”.
Así fue pasando la tarde, de Patoruzú y de otras historias como la de su relación con el Tano Prats, el autor del “Corto Maltes” entre otros, no charlamos, porque son historias que ya me había contado.
Como siempre comencé a despedirme y me paré para anunciar que me iba, eso fue una media hora antes, sabiendo que es el tiempo que me cuesta dejarlo sin que se ofenda o se sienta mal, ya les dije que es un gran conversador.
Escribo estas líneas como homenaje a un gran tipo, que cuando le dije, ¿por qué no vas a ningún lado que te invitan? Me respondió que “no no, no me gusta. Hice un dibujo para la terminal nueva, pero no fui… fui al día siguiente”. ¿Con quién fuiste?
Solo, me tomé un taxi.
Este es el genial y único Ángel Garzo. Por Jorge Pablo Rosolén


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Fuente: www.rtpemultimedios.com


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