“Este es un diálogo imaginario. Mi conversación en una tarde del mes de julio del 2015 con Ángel Garzo existió y duró unas tres horas, y digo que es imaginario porque esto no puede ser más que una aproximación a lo que charlamos. Lo que ustedes leerán a continuación, es lo que quedó en mi memoria, y es lo que puedo contar” comenzaba el escrito de Jorge Pablo Rosolén.
El lugar de la cita, la mesa de siempre, la primera contra la ventana en la YPF del centro. Esta vez está sentado de espaldas a la puerta, se da la fórmula de siempre, comienza a contarme cosas antes de que llegue a sentarme y lo sigue haciendo mientras me sirvo un café. No parece que tenga ochenta y pico… es un tipo joven, en todo sentido. Un gran conversador, un amable, entusiasta y coloquial conversador. Comenzamos hablando de algún asunto familiar, que es para lo que me había convocado, me entrega los documentos que tiene para mí y me dice que se lo agradezca a su madre que guardó el periódico (es una edición de Tribuna Popular del sábado 25 de enero de 1958), ese es el documento que tiene para entregarme, conversamos de algunos temas más y le pido que me cuente nuevamente un poco de su vida. Cada tanto se lo pido, porque me encanta escucharlo…
“En “Capicúa” comencé dibujando pero también escribí guiones, muchas veces fui Capicua, el personaje, también escribí para los chicles, ¿cómo se llaman?… ah sí, los Bazooka… y para una revista que salió que se llamaba “Minguito” por Minguito Tinguitela, ¿te acordás?”. “Al año ya tenía ahorrado ¡30 mil pesos! También estuve en televisión en 1970, en un programa que hacía los sábados Nathan Pinzón y Nelly Laines, yo tenía que hacer un dibujo a mano de alguien y en un minuto. Por ejemplo, me ponían una modelo en el monitor y yo tenía que dibujarla, pero ¡antes me la habían mostrado en el bar! Así que era un poco de trampa. Recuerdo que en esa época yo iba al cine y veía en el noticiero una mano que dibujaba a una velocidad asombrosa; yo quería dibujar igual y lo hice pero… ¡después me enteré que era un dibujo normal y le ponían cámara ligera!…”.
Así fue pasando la tarde, de Patoruzú y de otras historias como la de su relación con el Tano Prats, el autor del “Corto Maltes” entre otros, no charlamos, porque son historias que ya me había contado.
Como siempre comencé a despedirme y me paré para anunciar que me iba, eso fue una media hora antes, sabiendo que es el tiempo que me cuesta dejarlo sin que se ofenda o se sienta mal, ya les dije que es un gran conversador.
Escribo estas líneas como homenaje a un gran tipo, que cuando le dije, ¿por qué no vas a ningún lado que te invitan? Me respondió que “no no, no me gusta. Hice un dibujo para la terminal nueva, pero no fui… fui al día siguiente”. ¿Con quién fuiste?
Solo, me tomé un taxi.
Este es el genial y único Ángel Garzo. Por Jorge Pablo Rosolén
Fuente: www.rtpemultimedios.com
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